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Carta a Sofía

bebé

Sofía:

Esta noche la ausencía de tu ser pesa sobre la casa, el silencio es el enemigo que reina en nuestras vidas, la nostalgía el alimento que nutre a la agonía. Sin embargo voy llevando las cosas de la manera más razonable.

Disculpa que te informe por este medio; papá y yo nos separamos. No es que no nos amemos, estoy segura hasta los huesos que no existe otro hombre con el que desee estar y amar por siempre, pero el vacío que has dejado de verdad nos afectó. Intentamos superar tu partida juntos, intentamos volver a reír, volver a darle un sentido a nuestra unión, pero sin ti, con el vacío de ti, nos enfermamos.

Debo confesarte mi bebé que hoy no puedo con la carga. Te perdimos, nos perdimos, toda la luz que llenaba de ilusión el brillo de nuestras miradas se extinguío esa madrugada.

Yo sabía que existías, lo sentía, fue una noticia impactante saber que el amor había hecho de nosotros un nido. Quizá eso esperaba, mire la primera foto de tu existencia. Las lágrimas rodaron hasta chocar con la camilla a la que me habían encadenado horas antes. Ya te amaba.

De verdad es tan fácil amar a un ser tan pequeño y saberlo producto de un verdadero amor, sentirte segura de que núnca se alejará de ti, que tendrás un apoyo incondicional, saber que por la inmensidad de sentimientos la unión será perdurable, feliz, verdadera y eterna. Sin embargo el destino nos jugo con la otra cara. 

Esa misma noche nos dejaste, provocando un vacío con sabor a recuerdos, se apagó la risa, se extinguió la ilusión y dió paso al delirio. 

En las noches con insomnio hago el recuento de los recuerdos que nunca viviremos, miro la foto familiar que no existirá, cepillo tu hermoso cabello y escucho cantar a papá una linda canción de cuna. 

Mi amor, me haces tanta falta.

Mamá