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Reflexión necrológica para el Quijote

Quijote

Uno de los días más estresantes de la FILEM nos fuimos a dar una vuelta por la feria para poder descansar un poco las ideas y poder solucionar lo que aún no tenía respuesta. Fuimos llamados por las voces de unos actores que invitaban a tomar un lugar en el imaginario donde la obra sería realizada y justo eso hicimos. 

La obra en cuestión comenzaba con Don Quijote solo en el escenario, elaborando un monólogo que equilibraba el riesgo y la promesa de redención que implica la lectura, de repente pidió a alguien del público que pasara a apoyarle, necesitaba ser auxiliado para elaborar una canción, la segunda actriz que estaba oculta entre los espectadores se desplazó al escenario. Ambos tomaron el curso de la obra y nos plantearon dos perspectivas distintas sobre la vida, el caballero tiene su sendero ya escrito y sellado, mientras que ella podía escribir su propio libro, su diario; el ya mencionado contraste le dio pauta a la obra para existir y creó diálogos, situaciones, nos envolvió en el mundo lectura-lector, tan abandonado y oxidado en nuestros días. Sin embargo, fue el cierre lo que me dejó pensativo, el hombre de la mancha debía recorrer su capítulo más difícil, donde encontraba la derrota, la lectora encarnaba al contrincante, indefensa e impotente se limitaba a seguir las líneas ya escritas e impresas que el manco había escrito para el tísico héroe, tras esto, le llegó su prueba a la lectora, nuestro mundo cruel y el ficticio quebraba simultáneamente a los dos, ahora, los indefensos e impotentes éramos los espectadores, un grito de ayuda sucedió una vez más, nos pedían motivos para seguir adelante, no porras, no cánticos o vítores, ambos pedían que les diéramos razones por las cuales valía la pena luchar una vez más. 

La audiencia guardó silencio hasta que una voz lo quebró y le siguieron más: 

 

¡Igualdad! 

 

¡Medio ambiente herido! 

 

¡Justicia! 

 

¡Salarios dignos! 

 

¡Discriminación! 

 

Cada uno gritando desde lo más profundo de sus diferentes circunstancias lo que más les lastimaba o sentían debía ser solucionado. 

Cuando ambos actores terminaron de escuchar todo lo que aún debía ser arreglado se pusieron de pie, la literatura y el humano una vez más juntos. Terminó la obra, la gente se marchó, otros se acercaron al elenco, al director y escritor, unos más se metieron al recinto ferial y yo me quedé sentado, pensando tan torpemente como de costumbre algo que ahora intentaré organizar de la mejor manera. 

¿Cuándo matamos a Don Quijote? ¿Cuándo matamos a las historias? ¿Por qué lo hicimos?

Siento que en algún momento los humanos se cansaron de escuchar, salieron de las cuevas donde se restaban las historias del día a día y buscaron algo más  porque había algo que no les convencía del todo. 

Recordé entonces algo del Señor de los Anillos:

 

-No deberíamos ni haber llegado hasta aquí, Pero henos aquí, igual que en las grandes historias, señor Frodo, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros. Ésas de las que no quieres saber el final, porque ¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido?

 

Las historias no siempre terminan bien, yéndonos más allá del final, debemos recordar que en esto del arte también se requiere una interpretación y apropiación de alguien más, no basta con la realización de la obra por sí misma (o bueno, eso creo yo al menos), bajo esa premisa siempre se necesitará de alguna clase de receptor, ¿qué sucede cuando se van esas personas? Cuando se cansan de algo ya escrito y tienen suficiente con este mundo como para adentrarse en otro, entonces es cuando abandonan las fogatas y se van, envolviéndose en una negra noche tan eterna y definitiva, porque nos hemos cansado de la impotencia del día a día, del dolor que ya nos es familiar, ya derramamos suficientes lágrimas como para sufrir las de alguien más, porque nos cansamos de esa promesa de redención que ofrecen las historias. 

Y recordé la siguiente parte de esa respuesta: 

 

Pero al final, todo es pasajero. Como esta sombra, incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aun cuando eres demasiado pequeño para 

entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran. Pero no lo hacen: siguen adelante, porque todos luchan por algo. 

 

Creo que el sentido de esta nota es recordarnos y recordarme que todo es pasajero, que me gusta estar junto al fuego, escuchando las historias, porque como dijo León Felipe y espero algún día decirlo yo también: 

 

Yo no sé muchas cosas, es verdad. 

Digo tan sólo lo que he visto. 

Y he visto: 

Que la cuna del hombre la mecen con cuentos… 

Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos…

Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos…

Que los huesos del hombre los entierra con cuentos…

Y que el miedo del hombre 

Ha inventado todos los cuentos 

 

Yo no sé muchas cosas es verdad. 

Pero me han dormido todos los cuentos… 

Y sé todos los cuentos. 

 

Quijote y lectora