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¿Por qué los perros hacen hoyos?

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Todos aquellos que hemos tenido un perro alguna vez sabemos que entre las aficiones de nuestro querido amigo, una es excavar como si no hubiera mañana. En el jardín, en el parque, en la playa o incluso entre los cojines del sofá de casa. ¿Qué hay detrás de este impulso en los animales?

Según explica la doctora Emma Grigg, conductista animal y coautora del libro The Science Behind a Happy Dog, el instinto apareció por primera vez en los antepasados lobos de los perros, luego, probablemente, fue amplificado en ciertas razas a través de la selección artificial.

Por esta razón, Grigg explica que los perros que fueron criados para cazar roedores, como los beagles o los terriers, están especialmente obligados a cavar en lugares donde estos animales podrían hacer construido sus refugios.

Sin embargo, este tendencia no se limita únicamente a unas pocas razas. En general, todos los perros han mostrado esta tendencia. Más allá de los impulsos depredadores, la doctora dice que existen dos razones principales para que quieran cavar.

En primer lugar, para refrescarse de un día caluroso. Esta situación se suele dar en espacios y campos abiertos donde hay poca o ninguna sombra. El perro trata de desenterrar una capa fresca de tierra a la que el sol no haya llegado, una manera rápida de combatir el calor.

En segundo lugar, esconder comida. Cuando el perro lleva un buen rato con un hueso o una golosina, a veces se aburre de él. Sin embargo, el animal sabe que en algún momento volverá a por ella. ¿Solución? Esconderla enterrándola para evitar que alguien se la pueda arrebatar. En este punto la doctora recuerda que no siempre vuelven a por el trofeo, “muchas veces saben que está enterrada, pero no siempre saben desenterrarla”, apunta Grigg.

Debido a que la excavación es parte del ADN de un perro, castigar al animal por hacerlo no es muy eficaz. En cambio, lo que sí podemos es tratar de redirigirlo. Por ejemplo, indicándole una zona donde sí puede hacerlo mientras ponemos algún tipo de límites físicos donde no queremos que llegue.

Por cierto, existe una tercera explicación a este comportamiento: que nuestra perro tenga un exceso de energía porque no le hemos ofrecido la cantidad de estimulación necesaria durante el día. ¿Solución? Fácil, aunque a veces complicado, pasar más tiempo jugando con ellos o alargando los paseos.

Con información de es.gizmodo.com